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Dal quotidiano “EL PAIS”: Feijóo se encadena a Vox

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Feijóo se encadena a Vox
El pacto en Aragón confirma la influencia del discurso de la formación ultra en el PP en debates clave como la educación o los derechos sociales
NATALIA JUNQUERA, · 6 Ago 2023

El PP de Alberto Núñez Feijóo está decidido a perseverar en los acuerdos con Vox, un partido con el que ya gobierna en coalición en cuatro comunidades autónomas: Castilla y León, Extremadura, Comunidad Valenciana y Aragón. Ese último pacto, firmado el viernes, confirma la creciente influencia del discurso de la ultraderecha en el PP, que ha asumido la necesidad de acabar con “la ideología” en la escuela o cambiar la ley trans autonómica. En el PP conviven sensibilidades diferentes sobre cómo actuar ante Vox, desde aquellos como el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno, que optan por una vía más beligerante, a quienes creen que hay que ir de la mano de Vox sin ningún complejo, tesis que defiende Isabel Díaz Ayuso.
Feijóo, de momento, parece encadenar su futuro a Vox al sumar un nuevo pacto, en este caso en Aragón (y a la espera de Murcia), pese a que politólogos y sociólogos han apuntado que los acuerdos con los ultras fueron determinantes para frenar la fuga de votos del PSOE al PP en las elecciones generales del 23-J. Esta alianza, además, ha frustrado las opciones de Feijóo de conseguir socios para la investidura.
El PP ignora el mensaje del 23-J y firma su cuarto Gobierno con Vox Los acuerdos con la extrema derecha han lastrado sus opciones de investidura El partido de Abascal coloniza progresivamente el discurso de los populares
La extrema derecha gobierna ya sobre casi 10 millones de españoles, los habitantes de Castilla y León, Comunidad Valenciana, Extremadura y Aragón, donde el PP, para asegurarse esos ejecutivos regionales, les ha entregado tres vicepresidencias y siete consejerías (nueve, si se incluyen las incorporadas a las vicepresidencias) con competencias en industria, empleo, interior, cultura, turismo, deporte, agricultura, ganadería, gestión forestal, desarrollo territorial y despoblación. Gracias a los populares, Vox ostenta también la presidencia de cuatro parlamentos autonómicos. El programa con el que Santiago Abascal se presentó a las generales del 23 de julio dice: “Promoveremos un Estado unitario administrativamente descentralizado; Mientras logramos ese objetivo [es decir, mientras no se modifica lo que recoge desde 1978 la Constitución Española sobre el modelo de país], proponemos la devolución inmediata al Estado de las competencias en educación, sanidad, seguridad y justicia”. Vox no cree en las autonomías, pero cogobierna en cuatro y ha asumido algunas competencias que su propio programa quiere devolver. El PP ha defendido estos acuerdos asegurando que el de Abascal es un partido “constitucionalista”.
Jorge Azcón, candidato popular en Aragón, no acudió a la firma del último pacto entre el PP y Vox, el que le hará presidente, firmado el viernes. Su sustituta, Ana Alós, explicó que, “como en otras comunidades autónomas”, se había decidido que fueran los portavoces parlamentarios quienes lo suscribiesen. Cuando los periodistas replicaron que eso no había sido así en otros territorios, respondió que en Baleares —donde el acuerdo no es de coalición—, sí. Alfonso Fernández Mañueco y Juan García Gallardo comparecieron juntos para exponer su Gobierno bipartito en Castilla y León en marzo de 2022. También María Guardiola y Ángel Pelayo Gordillo, líderes, respectivamente del PP y Vox en Extremadura, presentaron juntos su acuerdo de gobierno. En la Comunidad Valenciana, el popular Carlos Mazón y el candidato de la extrema derecha, Carlos Flores (que se apartó del Ejecutivo autonómico tras la polémica por su condena previa por maltratar a su expareja), escenificaron el éxito de esa negociación con una foto de familia. Los pactos en Extremadura y la Comunidad Valenciana son previos a las elecciones del 23-J. Es decir, la ausencia de Azcón en la firma del suyo es posterior al análisis de los resultados de las generales. Según politólogos y sociólogos consultados por EL PAÍS, así como periódicos internacionales como Financial Times, los acuerdos del PP con la extrema derecha negacionista de la violencia machista y el cambio climático fueron determinantes a la hora de frenar la fuga de votos del partido de Pedro Sánchez al de Alberto Núñez Feijóo y en la movilización de la izquierda. José Pablo Ferrándiz, director de Estudios Políticos de Ipsos, recuerda que en la campaña “el 70% de los indecisos eran mujeres”.
El chasco del 23-J —el PP había dejado caer que podrían superar los 160 escaños, pero se quedó en 137—, sumió a la sede de Génova y a sus antenas mediáticas en un mar de dudas. Algunos dirigentes y ex altos cargos creen que los pactos con Vox les han perjudicado y otros que fue justo lo contrario, tratar de desmarcarse de esos acuerdos y buscar el apoyo de barones socialistas en la última semana de campaña, lo que desbarató su estrategia. “Quien aspiraba a ser nuestro socio o condicionar el futuro Gobierno, que es Vox”, afirmó Borja Sémper, “se lo ha puesto muy fácil a Pedro Sánchez con gestos estrambóticos y frikis, y gente que tenía previsto confiar en el PP no lo ha hecho ante el riesgo de que Vox condicionara la política española”. Esperanza Aguirre dijo: “Lo que nos ha penalizado es que en vez de hacer todos los pactos como en Valencia, al día siguiente, hemos participado de la idea de la izquierda de demonizar a Vox. Hemos dicho que nos gusta más Page [Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha] que Abascal”. Feijóo ha decidido tirar hacia adelante y autorizar un nuevo pacto con el partido de extrema derecha, ahora en Aragón, pese a que esas alianzas dinamitan sus opciones de negociar su investidura con otras formaciones.
En la etapa de Casado
Las declaraciones del PP a la hora de referirse a su escisión han dado bastantes bandazos en campaña, pero también antes, en la etapa de Pablo Casado. Los populares juegan con Vox al poli buenopoli malo y al escondite, como Azcón el viernes o el propio Feijóo al rechazar participar en cualquier debate a cuatro durante la reciente campaña.
El poli malo. Juan Manuel Moreno, presidente andaluz, abroncó a los aliados de su partido el 27 de julio, durante una sesión de control en el Parlamento regional. “El mayor aliado de Sánchez ha sido Vox. Cuando se dice que en Cataluña se va a liar la mundial, ¿qué reacción cree que van a tener los ciudadanos? Pues, evidentemente, votar al PSC. ¿Cuando se cuestionan las políticas contra la violencia machista, creen que les puede favorecer o es que no saben que el 52% de la población son mujeres? ¿Cuando se cuestionan los derechos de personas que son homosexuales y sufren homofobia, ustedes no creen que hay padres y madres conservadores y de derechas que sus hijos son homosexuales y se sienten violentados?”.
El poli bueno. Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, se ha referido a las amenazas de “que viene la extrema derecha” como “patochadas”. “Si hace falta pactar, se pacta. No solo no ha sido el fin del mundo cuando hemos gobernado en coaliciones, es que nos ha ido bien. Que yo sepa, las mujeres no vamos en burka”.
Y el escondite. En los últimos días, Feijóo, de vacaciones en Galicia, ha mostrado públicamente, en Twitter, su apoyo al presidente del PP de Ceuta, Juan Jesús Vivas, después de que el PSOE rechazase pactar con él en la ciudad autónoma para evitar a Vox, pero no ha dicho ni pío sobre el acuerdo por el que gobernarán en Aragón.
Por escrito está todo más claro. Los textos de los acuerdos del PP con Vox muestran, como explica el politólogo Pablo Simón, que la extrema derecha ha ido conquistando no solo sillones en gobiernos autonómicos en los que no cree, sino también el lenguaje y las políticas del partido que ha gobernado el país 15 años. “El objetivo de Vox es que los populares ya no se tengan que preocupar por pactar con ellos porque, en última instancia, ambos terminen defendiendo lo mismo”.
El discurso del PP desde la irrupción de Vox muestra esa contaminación progresiva. La oposición a la ley de memoria democrática y a su predecesora, la ley de memoria histórica, era una de las banderas de la extrema derecha. Mariano Rajoy no la derogó cuan